Importante:
11) Tratar con quien se pueda aprender.
El trato amigable debe ser una escuela de erudición, y la
conversación una enseñanza culta. Hay que hacer de los
amigos, maestros, y compenetrar lo útil del aprendizaje con
lo gustoso de la conversación. Debe alternarse el placer con
los entendidos, pues así se disfruta lo que se dice con el
aplauso con que se recibe, y se disfruta lo que se oye con
la enseñanza. Habitualmente la conveniencia propia nos lleva
a otra persona, y así se ennoblece. El prudente frecuenta
las casas de los hombres eminentes, pues son escenarios de
grandeza más que palacios de la vanidad. Hay señores
reputados de prudentes que son oráculos de toda grandeza con
su ejemplo y en su trato. Pero, además, el grupo de sus
acompañantes es una cortesana academia de sensatez, tacto e
ingenio.
27) Mejor lo intenso que lo extenso.
La perfección no consiste en la cantidad, sino en la
calidad. Todo lo muy bueno siempre fue poco y raro: usar
mucho lo bueno es abusar. Incluso entre los hombres: los de
cuerpo gigante suelen ser de cerebro enano. Algunos estiman
los libros por su corpulencia, como si se escribieran para
ejercitar los brazos más que el ingenio. Lo extenso solo
nunca pudo ir más allá de la mediocridad, y es una plaga de
los hombres universales que, por querer estar en todo, no
están en nada. Lo intenso proporciona eminencia, y fama si
el asunto es muy importante.
29) Tener entereza.
Hay que estar siempre de parte de la razón, con tal decisión
que ni la pasión del vulgo ni la fuerza de la violencia
obliguen jamás a pisar la raya de la razón. Pero ¿quién será
este fénix de la equidad? La entereza tiene pocos seguidores
constantes. Muchos la elogian, pero no en su casa. Otros la
siguen hasta el peligro: allí los falsos la niegan, los
políticos la encubren. Ella no tiene reparos en oponerse a
la amistad, al poder e incluso a la propia conveniencia:
ésta es la ocasión crítica de desconocerla. Los astutos
establecen distinciones con aplaudidas sutilezas para no
maltratarla, bien por motivos superiores, bien por razones
de Estado. Sin embargo, el hombre constante juzga como
traición el disimulo y valora más la tenacidad que la
sagacidad; está al lado de la verdad, y si se aparta de los
demás no es por inconstancia suya, sino porque ellos dejaron
la verdad primero.
43) Sentir con los menos y hablar con los más.
Querer ir contra corriente hace imposible descubrir los
engaños y es peligroso. Sólo Sócrates podría hacerlo.
Disentir se considera un agravio, porque es condenar el
juicio ajeno; los disgustados se multiplican tanto por quien
ha sido criticado como por quien lo ha aplaudido. La verdad
es de pocos, pero el engaño es tan común como vulgar. No se
puede conocer al sabio por hablar en público, pues no habla
allí con su voz, sino con la de la necedad común, por más
que la esté desmintiendo en su interior. El cuerdo huye de
ser contradicho tanto como de contradecir: rápido en la
censura, es lento en publicarla. El sentir es libre: no se
puede ni debe violentar; se retira al refugio del silencio y
si a veces se expresa es al amparo de pocos y cuerdos.
78) Comenzar con pies de plomo.
son audaces. Su misma estupidez, que les impide primero
advertir los inconvenientes, después les quita el
sentimiento de fracaso. Pero
tiento. Sus batidores son
van abriendo camino para pasar sin peligro. Cualquier Acción
Irreflexiva está condenada al fracaso por
aunque a veces la salva
donde se teme que hay mucho fondo; que lo prepare la
Sagacidad y que
muchos bajíos en el trato humano y conviene ir siempre con
la sonda en la mano.
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