domingo, 16 de enero de 2011

Importante:

11) Tratar con quien se pueda aprender.

El trato amigable debe ser una escuela de erudición, y la

conversación una enseñanza culta. Hay que hacer de los

amigos, maestros, y compenetrar lo útil del aprendizaje con

lo gustoso de la conversación. Debe alternarse el placer con

los entendidos, pues así se disfruta lo que se dice con el

aplauso con que se recibe, y se disfruta lo que se oye con

la enseñanza. Habitualmente la conveniencia propia nos lleva

a otra persona, y así se ennoblece. El prudente frecuenta

las casas de los hombres eminentes, pues son escenarios de

grandeza más que palacios de la vanidad. Hay señores

reputados de prudentes que son oráculos de toda grandeza con

su ejemplo y en su trato. Pero, además, el grupo de sus

acompañantes es una cortesana academia de sensatez, tacto e

ingenio.


27) Mejor lo intenso que lo extenso.

La perfección no consiste en la cantidad, sino en la

calidad. Todo lo muy bueno siempre fue poco y raro: usar

mucho lo bueno es abusar. Incluso entre los hombres: los de

cuerpo gigante suelen ser de cerebro enano. Algunos estiman

los libros por su corpulencia, como si se escribieran para

ejercitar los brazos más que el ingenio. Lo extenso solo

nunca pudo ir más allá de la mediocridad, y es una plaga de

los hombres universales que, por querer estar en todo, no

están en nada. Lo intenso proporciona eminencia, y fama si

el asunto es muy importante.


29) Tener entereza.

Hay que estar siempre de parte de la razón, con tal decisión

que ni la pasión del vulgo ni la fuerza de la violencia

obliguen jamás a pisar la raya de la razón. Pero ¿quién será

este fénix de la equidad? La entereza tiene pocos seguidores

constantes. Muchos la elogian, pero no en su casa. Otros la

siguen hasta el peligro: allí los falsos la niegan, los

políticos la encubren. Ella no tiene reparos en oponerse a

la amistad, al poder e incluso a la propia conveniencia:

ésta es la ocasión crítica de desconocerla. Los astutos

establecen distinciones con aplaudidas sutilezas para no

maltratarla, bien por motivos superiores, bien por razones

de Estado. Sin embargo, el hombre constante juzga como

traición el disimulo y valora más la tenacidad que la

sagacidad; está al lado de la verdad, y si se aparta de los

demás no es por inconstancia suya, sino porque ellos dejaron

la verdad primero.


43) Sentir con los menos y hablar con los más.

Querer ir contra corriente hace imposible descubrir los

engaños y es peligroso. Sólo Sócrates podría hacerlo.

Disentir se considera un agravio, porque es condenar el

juicio ajeno; los disgustados se multiplican tanto por quien

ha sido criticado como por quien lo ha aplaudido. La verdad

es de pocos, pero el engaño es tan común como vulgar. No se

puede conocer al sabio por hablar en público, pues no habla

allí con su voz, sino con la de la necedad común, por más

que la esté desmintiendo en su interior. El cuerdo huye de

ser contradicho tanto como de contradecir: rápido en la

censura, es lento en publicarla. El sentir es libre: no se

puede ni debe violentar; se retira al refugio del silencio y

si a veces se expresa es al amparo de pocos y cuerdos.


78) Comenzar con pies de plomo.

La Necedad siempre entra de rondón, pues todos los necios

son audaces. Su misma estupidez, que les impide primero

advertir los inconvenientes, después les quita el

sentimiento de fracaso. Pero la Prudencia entra con gran

tiento. Sus batidores son la Observación y la Cautela; ellas

van abriendo camino para pasar sin peligro. Cualquier Acción

Irreflexiva está condenada al fracaso por la Discreción,

aunque a veces la salva la Suerte. Conviene ir con cuidado

donde se teme que hay mucho fondo; que lo prepare la

Sagacidad y que la Prudencia vaya gallando terreno. Hoy hay

muchos bajíos en el trato humano y conviene ir siempre con

la sonda en la mano.



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